Ni segundo referéndum, ni renegociación del acuerdo. La incontestable victoria del conservador Boris Johnson en las elecciones británicas de este jueves despeja la incertidumbre sobre la irreversibilidad del Brexit, y deja en Bruselas un convencimiento: el Reino Unido no será miembro de la Unión Europea más allá del 31 de enero. La última oportunidad de los británicos de dar marcha atrás a la salida de su país de la UE se ha esfumado por la ranura de las urnas. Pero aunque el resultado, igual que la votación de junio de 2016, sirve para situar a Londres fuera de la órbita europea, la acogida por parte de sus socios después de más de tres años de agotadoras negociaciones no podía ser más diferente: la UE quiere pasar la oscura página del Brexit cuanto antes, con lo que esta vez el enemigo no era tanto el éxito euroescéptico como la indefinición. Con la nueva mayoría, el Parlamento británico dejará de ser un obstáculo, salvo sorpresa.
Al otro lado del canal de la Mancha, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y su homólogo del Consejo, Charles Michel, felicitaron a Johnson por el resultado, dejaron claro que Europa “está lista para las próximas etapas”, y llamaron a una rápida ratificación del acuerdo en la Cámara británica. El nítido respaldo a Johnson ha enterrado el sueño, todavía recurrente en un puñado de capitales, y alimentado por el expresidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de que el hijo pródigo deshiciera las maletas y devolviera la ropa al armario para sentarse a la mesa como si nada hubiera pasado. Otras, lideradas por París, solo aspiraban a poner fin a un bloqueo que ha retrasado el Brexit casi un año desde su fecha prevista tras tres prórrogas, y consumido el esfuerzo y la paciencia de cientos de funcionarios. “No me corresponde a mí estar aliviada o preocupada, pero desde hace tiempo defendemos que hace falta claridad. Estas elecciones deben permitir alinear al pueblo británico, el Gobierno y el Parlamento tras demasiado tiempo descoordinados”, afirmó al conocerse los primeros sondeos la secretaria de Estado francesa de Asuntos Europeos, Amélie de Montchalin.
Con el veredicto de la democracia británica bajo el brazo, el acuerdo de salida pactado en octubre entre el Reino Unido y los Veintisiete está listo para entrar en vigor previa ratificación del nuevo Parlamento británico y de la Eurocámara. Pero mientras un frente se cierra, otro se abre: el periodo transitorio en el que ambas partes deben alcanzar un acuerdo comercial que espante los temores de fronteras colapsadas y empresas al borde del pánico acaba el 31 de diciembre de 2020. La incapacidad británica para sacar adelante en Westminster sus compromisos con Bruselas ha devorado buena parte del tiempo que debía dedicarse a esos menesteres. Y los plazos preocupan. Aunque Johnson ha manifestado que no piensa hacerlo, Londres puede verse obligado a solicitar una prórroga antes del 30 de junio si quiere que las conversaciones comerciales lleguen a buen puerto. Si no lo hace, fuentes diplomáticas avisan de que “es posible que se repita el precipicio y vuelva el riesgo de un Brexit brutal después del Brexit”
Entre los expertos predomina la idea de que la demora será inevitable. “Puede decirse que la claridad del triunfo conservador es mejor para la UE que una pequeña mayoría, porque Johnson tendrá más libertad para negociar y no será rehén de un pequeño grupo de ultras brexiters. Eso facilitará, en especial, que active la extensión del período de transición hasta finales de 2022, que ahora considero muy probable”, apunta Nicolas Veron, economista del Peterson Institute.
La victoria de Johnson ha sido uno de los grandes temas de conversación de los líderes de los Veintisiete en los pasillos durante la segunda jornada de cumbre europea este viernes, pero también en las conclusiones formales, donde han reafirmado su apoyo a una retirada ordenada y a una estrecha relación futura con el Reino Unido. Las discusiones deberán definir agendas cruciales como la cooperación judicial, la política de defensa o la exterior, y se auguran complejas frente a un primer ministro británico fortalecido por las urnas y con un historial en el que no son extraños los órdagos y excesos verbales.
El eje francoalemán expresó este viernes por boca de Angela Merkel y Emmanuel Macron uno de los grandes temores de la futura vecindad: la eventual tentación de Londres de adentrarse en una competencia desleal que convierta al Reino Unido en un paraíso fiscal desregulado, en lo que se ha bautizado como un “Singapur sobre el Támesis”. El presidente francés ha recordado que cuanto más cerca estén las reglas británicas de los estándares europeos, más ambicioso será el futuro acuerdo comercial.
La salida británica traerá consecuencias más inmediatas para las instituciones comunitarias. Los 73 eurodiputados del Reino Unido dejarán su escaño en febrero al consumarse el Brexit. 46 de esos puestos se eliminarán dejando el hemiciclo con 705 eurodiputados, y el resto se repartirán entre varios Estados miembros, entre ellos, España, que pasará de 54 a 59 asientos.
Esa será la parte pequeña de unos efectos colaterales mucho mayores, que van desde el agujero que deja el Reino Unido en el presupuesto comunitario como segundo mayor contribuyente neto, al golpe a la autoestima de un club que nadie había abandonado antes, cuya herida tardará en cicatrizar. Dos sentimientos, simples pero indiscutibles para la mayoría, sobrevuelan la capital comunitaria tras el arrollador triunfo de un firme partidario del Brexit como Johnson. “Para la UE el resultado es positivo porque pone fin a la incertidumbre, pero también negativo porque la salida del Reino Unido es una pérdida”, resume André Sapir, analista del think tank Bruegel.
Fuente: El País