Posiblemente ni la sociedad, ni los profesionales que trabajamos en el sector agroalimentario, somos plenamente conscientes de que el sistema alimentario español es uno de los sectores de éxito de nuestra economía. Por ello, es bueno recordar qué gracias al importante desarrollo alcanzado en estos años y a la riqueza creada en los diferentes ámbitos de actividad que integran el conjunto del sistema alimentario, y que se extiende desde la investigación e innovación y hasta el consumidor, se ha contribuido de forma decisiva a la superación de la crisis económica y al aumento de la riqueza nacional.

No es momento de abrumar con cifras, pero sí de recordar las más significativas referidas al último año. El consumo alimentario ascendió a más de 102.000 millones de euros, las exportaciones alimentarias fueron superiores a los 50.000 millones, la balanza comercial de algo más de 12.000 millones y el empleo total en el entorno de los 2,5 millones de personas. Esto hace, en definitiva, que la alimentación sea, con todo merecimiento, el segundo sector de la economía nacional.

Todo esto es posible gracias a la conjunción de varios factores, por un lado las favorables condiciones ambientales del medio en que se desarrolla la actividad agraria en nuestro país, por otro a la gran diversidad y riqueza del material vegetal y de la cabaña con que contamos, así como a la profesionalidad de los productores que con su diario trabajo sacan adelante productos de gran calidad, y también a las industrias que mejoran, transforman y conservan esos productos, sin olvidar a las empresas de la logística y la distribución que diariamente nos acercan estos alimentos, y a la gastronomía que finalmente los pone en la mesa de los consumidores en forma de recetas tradicionales o de novedosas y exitosas presentaciones.

Pero en este largo recorrido de los alimentos desde el campo, e incluso antes en un camino que comienza en los centros de investigación y las universidades, hasta la mesa, encontramos a ingenieros agrónomos desarrollando su profesión y poniendo lo mejor de sus conocimientos y dedicación para garantizar al consumidor los productos que demanda, con plenas garantías de seguridad y con la máxima calidad.

Pero el sistema alimentario no agota el campo de actuación de nuestra profesión, ya que también abarca otras cuestiones técnicas, científicas, sociales y económicas, lo que nos capacita para trabajar, entre otras cosas, en favor del desarrollo integral del sector agropecuario, del medio rural o de las industrias alimentarias, sin olvidar las infraestructuras, la investigación, el acceso a los mercados o el comercio exterior.

En este amplio concepto de nuestra profesión, podemos definir la ingeniería agronómica como la gestión, el aprovechamiento y la transformación del medio natural y sus recursos, mediante la aplicación de principios científicos e instrumentos técnicos que, garantizando la protección del medio y la sostenibilidad de dichos recursos, ofrecen un beneficio a los consumidores y a la sociedad.

A la vista del servicio que se presta a la sociedad y de los resultados económicos que ofrecen el sector agropecuario y el sistema alimentario en su conjunto, los Ingenieros Agrónomos debemos sentir la satisfacción de haber contribuido, junto con agricultores, ganaderos, pescadores, industriales y el resto de empresarios involucrados, a la consecución del éxito que supone la creación de riqueza y bienestar en nuestro país.

Pero en un mundo globalizado como en el que vivimos es necesario estar en un proceso continuo de mejora, de aprendizaje e innovación, que nos ayuden a hacer frente con éxito a las incertidumbres y desafíos de cada día.  Por ello ha constituido un acierto la convocatoria por la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos (ANIA) del IV Congreso Nacional de Ingenieros Agrónomos, con el que se ha buscado mostrar cómo las nuevas tecnologías permitirán ofertar más y mejores productos, aumentar la eficiencia de los procesos y su sostenibilidad; se ha aprovechado para analizar el futuro de la profesión y su capacidad para dar respuesta a los nuevos desafíos en demanda de alimentos o a los problemas medioambientales; y se ha trabajado sobre como incrementar la visibilidad del Ingeniero Agrónomo en la sociedad.

Por ello el Congreso que se convocó bajo el lema “retos tecnológicos, innovación y apuestas de futuro en ingeniería agroalimentaria y medio rural” centró sus debates en tres diferentes ámbitos: las nuevas tecnologías en la producción agrícola, la innovación en la transformación y comercialización agroalimentaria y las apuestas de futuro sobre la relación entre agricultura y sociedad.

Estos días, del 15 al 18 de octubre, se han podido escuchar en Córdoba más de 120 ponencias en las que se ha mostrado el estado de conocimiento actual sobre estos temas y los proyectos de futuro sobre los que ya se está trabajando. Se ha puesto de manifiesto en los debates que el futuro del sector pasa inexorablemente por la innovación y la revolución digital y por avanzar hacia una agricultura inteligente y sostenible.

De manera muy acertada la celebración del Congreso se hizo coincidir con el Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre), lo que ha dado ocasión de volver a reclamar a la profesión el máximo esfuerzo para hacer posible que antes de 2030 se haya desterrado el hambre en el mundo. En esta tarea hay mucho por hacer desde la ingeniería agronómica y desde luego ha de constituir un objetivo transversal que impregne todas las actividades desarrolladas desde la agricultura.

Uno de los aspectos que se han puesto de manifiesto en el Congreso es la necesidad que tenemos los profesionales de la agronomía de mantener un espíritu permanente de actualización y formación, que nos proporcione la capacidad de adaptación y de respuesta ante los cambios que, de una forma vertiginosas se vienen produciendo.

El mensaje de la importancia de la formación y el aprendizaje, como garantía de futuro para la profesión, ha quedado expresado de manera muy adecuada en la organización y desarrollo del Congreso, en el cual han tenido una destacada presencia las Escuelas Superiores de Ingeniería, representada de forma muy especial por la de Córdoba al celebrase allí el Congreso y al cumplir este año su 50 aniversario, y los Colegios Oficiales, liderados en este caso y por razones obvias por el de Andalucía. La excelencia en el trabajo de los profesionales y de su servicio a la sociedad, va muy de la mano del buen hacer de las Escuelas y Colegios.

El desarrollo del IV Congreso ha aportado un gran e importante número de conclusiones y compromisos, delimitando tareas y caminos que nos ayuden a avanzar con más eficiencia y rapidez en el compromiso de prestar a la sociedad y a los operadores del sistema alimentario el mejor servicio para el desarrollo y crecimiento de la riqueza en nuestro país.

Pero uno de los retos que más claramente ha quedado puesto de manifiesto y que da respuesta a una carencia en la profesión es la necesidad de dotar de una mayor visibilidad, ante la sociedad, a la ingeniería agronómica. Creo que constituye una tarea que habrá que abordar, en el marco de las instituciones con que cuenta la profesión, la preparación de un plan estratégico de comunicación que ayude a trasladar a la sociedad las funciones y tareas que nos son propias y que contribuya a poner en valor la ingeniería agronómica.

Estoy convencido de que cuando lleguemos a la celebración del V Congreso, que muy acertadamente la Presidenta de ANIA ya ha anunciado que se celebrará dentro de 4 años, la agroalimentación española podrá mostrar unos resultados todavía mejores que los tenemos en estos momentos, a la vez que la Ingeniería Agronómica podrá mostrar con orgullo el resultado de su trabajo y su compromiso por trabajar en beneficio de la sociedad.

El cierre de estos comentarios no podría ser otro que recordar la plena vigencia y su proyección de futuro del mensaje que recoge el lema de nuestra profesión “sine agricultura nihil” (sin agricultura, nada). En un mundo globalizado, sometido a las incertidumbres del clima, de los mercados y de las migraciones, con la previsión de un importante aumento de la población mundial y el irrenunciable compromiso de erradicar el hambre y la malnutrición, la alimentación y la agricultura que la proporciona adquieren un carácter estratégico para garantizar el futuro y la prosperidad de nuestra sociedad. En esta tarea, está en primera línea el trabajo y la responsabilidad de los Ingenieros Agrónomos, el reto está lanzado y nuestro compromiso es claro.

18 de octubre de 2018

Fernando J. Burgaz

Ingeniero Agrónomo