La inminente privatización de la empresa holandesa Eneco pone de manifiesto que el panorama en el sector energético europeo está cambiando.

Los propietarios actuales de Eneco son más de 50 municipios, y los analistas prevén que su privatización les reporte más de 3.000 millones de euros. Sin embargo, la venta ha despertado el interés de rivales mucho más grandes, ya que Eneco tiene cosas que muchos de ellos desean tener: una serie de servicios energéticos para el hogar, desde un termostato inteligente hasta un dispositivo de carga de coches eléctricos que permite a la empresa decidir cuál es el momento más barato para cargar el vehículo.

El sector energético de Europa está sometido a más presión que nunca debido a los cambios en las políticas gubernamentales, los avances tecnológicos y el gran crecimiento y la caída de los costes de las energías renovables. Todo esto está socavando la economía de las centrales eléctricas tradicionales y dejando obsoleto el modelo consistente en transmitir electricidad a través de una red central desde una gran central eléctrica de gas natural o carbón a consumidores pasivos. En el nuevo orden mundial, los servicios de energía desempeñarán un gran papel, y comprar Eneco podría conferir una posición de ventaja lucrativa a una compañía eléctrica tradicional o incluso a una empresa petrolera y de gas natural. El sector tiene que reinventarse o afrontar su extinción.

Mark Lewis, director de investigación del grupo sin ánimo de lucro Carbon Tracker, señala que lo que está provocando la transformación en el sector son “las tres D”: la descarbonización, la digitalización y la descentralización. Nadie sabe exactamente qué influencia tendrán, pero la caída de los costes de las energías renovables está acelerando la firma de acuerdos. Según previsiones de la Agencia Internacional de las Energías Renovables, si se mantienen las tendencias actuales cabe esperar que en 2020 “todas las energías renovables tengan unos costes medios situados en el límite inferior del rango de costes de los combustibles fósiles”.

Sam Arie, analista de empresas eléctricas de UBS, señala que “la tendencia más importante es la gran reducción del coste de la energía eólica y la energía solar, que podría cambiar la estructura de la industria europea; pasaría de estar dominada por una serie de empresas regionales a estarlo por empresas más grandes y globales con escala suficiente en energías renovables para lograr eficiencias de costes”.

El acuerdo revelado en marzo entre las dos mayores compañías eléctricas alemanas, RWE y Eon, para crear empresas más especializadas es un buen ejemplo: Eon abandonará su negocio de energías renovables y se centrará en las redes eléctricas y en los clientes minoristas, mientras que RWE añadirá activos de energía eólica y solar a su ya formidable capacidad de generación eléctrica.

Este acuerdo es “otra consecuencia del cambio en la situación en el sector energético alemán”, dice Frank Peter, subdirector del grupo de expertos en energía Agora de Berlín, en referencia al mandato del Gobierno de que las centrales convencionales y nucleares generen menos electricidad y las energías renovables más. Añade que la gestión de la red eléctrica de Alemania es ahora más compleja. La creciente dependencia de la energía eólica y la energía solar implica que la red tiene que lidiar con un exceso de suministro de electricidad cuando el sol y el viento son abundantes y con una fuerte caída cuando no lo son. “Se requiere una infraestructura informática importante, lo cual es costoso y complejo, pero cuanto más grande sea, más rentable será la inversión”, dice Peter.

No obstante, hay quienes no están de acuerdo con esta división. Francesco Starace, consejero delegado de la italiana Enel, la mayor compañía eléctrica de Europa por capitalización bursátil, insiste en que su empresa seguirá operando en toda la cadena de valor de la electricidad: “El tiempo dirá qué parte de la cadena es mejor, por lo que creemos que es mucho mejor seguir operando en toda la cadena durante el periodo de transición en lugar de intentar anticipar cómo cambiará el mercado”.

En Francia, donde el Gobierno de Emmanuel Macron ha prometido reducir la dependencia de su país de la energía nuclear y dar más prioridad a las energías renovables, las compañías eléctricas están reorientando la inversión. EDF ha elaborado un ambicioso plan de energía solar y está destinando mucho dinero a la energía eólica. Engie ha vendido centrales de combustibles fósiles por 15.000 millones de euros y las energías renovables ahora generan el 23% de la electricidad que produce, frente al 18% a finales de 2015. En Reino Unido, Engie es una de las 10 compañías eléctricas más importantes, suministra electricidad a 17.000 instalaciones industriales y comerciales y gestiona servicios como la limpieza. Wilfrid Petrie, consejero delegado de Engie UK, señala que “el éxito debería depender del valor adicional creado optimizando el uso de la energía y no solo suministrándola. No creo que el margen de beneficio aumente tan solo suministrando electricidad”.

Iain Conn, consejero delegado de Centrica y propietario de British Gas, el mayor proveedor de electricidad a los consumidores británicos, es de la misma opinión: “El poder y la influencia se están trasladando al cliente. Debido a la creciente digitalización, al continuo crecimiento de las energías renovables y a los avances en la capacidad de almacenamiento de las baterías, más consumidores generarán su propia energía y dependerán menos de una red de transmisión centralizada”.

Benoit Laclau, director mundial para el sector eléctrico de la consultora EY, señala que “en el pasado los consumidores eran receptores de energía, pero ahora pueden elegir cómo quieren consumirla en el futuro. La cadena de valor se está desplazando hacia el cliente”.

Es inevitable que haya más acuerdos. Según UBS, los ganadores serán las empresas globales. Arie opina que en 2030 la industria podría parecerse más al sector petrolífero y del gas natural, cuyas empresas son el doble de grandes que las eléctricas. De hecho, Royal Dutch Shell y Total han comprado recientemente eléctricas que prestan servicios a los consumidores y según los analistas podrían comprar Eneco.

Los principales grupos tecnológicos, que hasta ahora no han invertido en el sector, siguen siendo los grandes desconocidos. Pero en el futuro la energía que hace funcionar el coche y los electrodomésticos puede que no provenga de empresas como RWE o EDF, sino de compañías como Google, BMW o del tejado de casa.

Fuente: Expansión