El Pacto Verde de la UE ya prevé la retirada con ayuda al almacenamiento privado (mantequilla, leche en polvo, quesos, carnes de vacuno, etc.), destilación de vinos, anticipo de pagos directos con mayor porcentaje, etc. Pues bien, hágase ya. No se espere más. Y, si se quiere ir algo más lejos, fíjense precios indicativos que orienten al mercado.

POR JAIME LAMO DE ESPINOSA, DIRECTOR DE VIDA RURAL.


Querido lector:

Quisiera empezar estas líneas deseando a todos nuestros lectores que la pandemia no haya causado daños en sus familias y se encuentren todos bien (ojalá sea así) y proseguir elogiando lo mucho y bien he­cho, en estas sucesivas quincenas de confinamiento debidas al “estado de alarma”, por los agricultores y ganaderos, la industria agroalimentaria, los mercados en origen y destino, las redes comerciales, las tiendas de comestibles, la distribución on-line de alimentos, bebidas, mercaderías y platos preparados, en suma, todos los cuales, silenciosamente pero con una eficacia sin igual, han movilizado la cadena alimentaria en favor de todos los conciudadanos. Sin ellos la tranquilidad de este encierro do­minante y silencioso habría sido un es­ta­­llido social. Gracias a todos, una vez más.

Hace años, en 1956, John Osborne publicó una excepcional novela titulada Mirando hacia atrás con ira, que muchos hemos parafraseado mil veces bajo la ex­pre­sión “mirando hacia atrás sin ira”. Hoy quisiera volver a hacerlo porque creo que es momento de mirar hacia atrás para tratar de recordar algunos instrumentos históricos de la PAC y tal vez aplicarlos, siquiera sea coyunturalmente, en estos instantes en que la pandemia nos azota a todos y sacude la seguridad alimentaria.

Así nos lo han hecho saber la FAO, la OMS y la OMC. Todos nos advierten de que hay que asegurar los intercambios comerciales, pero Rusia, sin ir más lejos, ya ha limitado sus exportaciones de cereales a 7 millones de toneladas. Esto ya ocurrió en la crisis de 2008 –y esta es de mayor envergadura– con ciertas exportaciones de arroz. No olvidemos que la PAC nació tras la II Guerra Mundial para impulsar las agriculturas eu­ropeas tras la destrucción y la muerte de aquellos terribles años. Y hoy estamos ante un nuevo paradigma nacido de la pandemia y de los cambios sociales que han he­cho irrupción con ella y que requieren nuevas modalidades de intervención.

Miremos primero hacia adelante y lue­go hacia atrás. Creo que debemos partir de un hecho y es que la seguridad alimentaria de hace meses no es la actual. Tam­poco las corrientes comerciales. Ca­mi­na­mos a peor. Numerosos países están prohibiendo sus exportaciones para asegurar sus abastecimientos de productos básicos. Y al tiempo, otros países reducen sus im­por­ta­ciones de algunos alimentos, cuyo consumo no se ve favorecido por el en­claus­tra­miento y la falta de alegría social.

In­cluso el ministro francés, Didier Gui­llau­me, ha anunciado que “la independencia alimentaria es el horizonte”. Y el presidente Macron nos acaba de decir que “la agricultura debe estar fuera de la leyes del mercado”. ¡Nada menos! Está cambiando el pa­trón de consumo, la estructura y composición de la demanda de alimentos, y probablemente cambiará más, dada la reducción de la ca­pacidad de compra, de la ren­ta disponible, como consecuencia del au­mento del nú­mero de parados y la incertidumbre e inseguridades que genera esta crisis.

La propensión al consumo decrece en favor de una mayor propensión al ahorro por temor al paro y a las muchas incertidumbres de los mercados Que todos los días leamos noticias donde se nos anuncian caídas del PIB español del -13%, hoy, del -15% mañana, etc., no anima precisamente el consumo. Y además se dispararán deuda, déficit y paro. Esto puede generar una reducción de la demanda interior y exterior por un cierto periodo de tiempo, uno o dos años, hasta que las cosas vuelvan a la normalidad, la vieja normalidad que reclama Rafa Nadal o a la “nueva normalidad” como di­cen nuestras autoridades. Y en ese periodo encontraremos periodos, etapas, de ex­ce­sos de oferta, de excedentes, de cuya solución dependerán las rentas de nuestros agricultores y ganaderos. Por eso ha­blaba de mirar hacia atrás sin ira.

Yo era muy joven cuando tuve que ha­cer­me cargo de la Comisión de Compras de Excedentes de Vino, cuyo nombre evocaba plenamente su función, y más tarde cuando tuve que comenzar a negociar con la CEE la integración de España en su PAC de entonces. Y durante los años de aquella primera PAC lo coexistencia de los precios mínimos, indicativos y de intervención superior hicieron que la CEE comprara durante años excedentes o financiara su almacenamiento temporal, en el caso de canales, sobre todo de porcino y vacuno. Años más tarde el Plan Mansholt se levantaba contra la compra de excedentes de vino, leche en polvo, mantequilla, etc., que se habían ido formando merced a la protección exterior e interior de los mercados. Y más tarde comenzaba a cambiar aquella primera PAC. Y eso es lo que ahora hay que mirar.

Tales acciones siguen amparadas hoy por los artículos del Tratado de la UE. Y esos artículos sirven para regular los mercados, para asegurar las rentas agrarias, los abastecimientos y absorber los excedentes si los hubiera. Y esos son objetivos primordiales de hoy. Nos lo ha recordado, con todo acierto, José Carlos Caballero, in­geniero agrónomo que fue un gran alumno mío de la Escuela y que es un gran especialista en economía agraria.

Ocho actuaciones propone: crear un Fondo Agrario Covid-19; intervenir las carnes de vacuno, ovino, caprino, la leche de cabra, el vino, el aceite de oliva, las frutas y hortalizas y crear una línea especial de financiación ICO para el campo. Es, por tanto, aplicar parte de aquella vieja política PAC –cuyos objetivos definía el artículo 39 del Tratado de Roma para la CEE y ahora el art III-225 y siguientes de la Constitución de la UE– du­rante el tiempo que sea preciso para garantizar la soberanía alimentaria europea y las rentas agrarias. En suma para conservar el mundo rural y agroganadero hoy muy amenazado.

Veamos, por ejemplo, el caso del vino, un producto del que Francia, Italia y Es­pa­ña somos los mayores productores del mun­do. Las bodegas están vendiendo mu­cho menos que en años anteriores con una caída de ventas más acentuada aún en cavas que en vinos. Llegará la cosecha en septiembre y sus almacenes estarán llenos de producto sin vender. Serán resistentes a la compra de las uvas de la nueva cosecha. Y eso hundirá los precios de los viticultores. Pues bien, ante esta situación, ya vivida hace años, ¿no cabría imaginar un plan de compra de excedentes de vino para su destilación y sanear así el mercado por un año?

Un programa de destilación obligatoria ayudaría en mucho a este sector. Y no lo dejaría desamparado en un mo­mento en que todo el sector, también el de vinos, ha auxiliado en todo al consumo durante las difíciles semanas de encierro, confinamiento y penuria. Y pongo como ejemplo el del vino pero igual habría que mencionar, como ejemplo, el de algunas car­nes, pues hace años, la CEE retiraba canales del mercado pagando una prima por almacenamiento en frío hasta que se les daba salida, para tratar de equilibrar oferta con demanda de consumo. Pién­se­se sobre esta vuelta a viejas técnicas de or­denación de mercados que puede que nos convengan en los momentos presentes. El Plan Covid-19 o Pacto Verde de la UE ya prevé la retirada con ayuda al almacenamiento privado (mantequilla, leche en polvo, quesos, carnes de vacuno, etc.), des­tilación de vinos, anticipo de pagos di­rectos con mayor porcentaje, etc. Pues bien, hágase ya. No se espere más. Y, si se quiere ir algo más lejos, fíjense precios in­dicativos que orienten al mercado.

Y cuatro breves notas finales:

1) No en­tiendo cómo la Agencia Española de Se­guridad Alimentaria y Nutrición, creada en 2001, adscrita al Ministerio de Sanidad y Consumo, reformada en 2014 dando lugar a la Agencia Española de Consumo, Segu­ri­dad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) ha dejado de formar parte del Ministerio de Sanidad para estarlo solo bajo el ámbito de Consumo. Todo el sector, toda la cadena se ha manifestado ya en contra de ello, y, lo cierto, es que no se entiende. De esa Agencia depende la salud de la alimentación española. Es semejante, en parte, a la fa­mosa, respetada y temida Food and Drug Administration (FDA) de EE.UU. Su sitio es Sanidad, más aún ahora. Esta es una decisión que hará reflexionar mucho en el futuro sobre su adecuado lugar competencial administrativo.

2) Se comprende la indignación del sector de la tauromaquia (Anoet) por haber sido excluido de las me­didas de apoyo y tributarias al sector de la cultura. El toreo forma parte del Patrimonio Cultural español, aunque a algunos no les guste.

3) El sector está de enhorabuena con las sucesivas bajadas del precio del gasóleo agrícola que ya está casi a la mi­tad de su precio de inicios del año. Ojalá siga así.

4) Y apoyar al ministro Planas en su deseo de prorrogar la vigencia del de­creto que flexibiliza el trabajo en el campo hasta final de septiembre. Es necesario.

Un cordial saludo y ¡muy feliz San Isi­dro Labrador!

Fuente:Agronegocios