Aragón y Comunidad Valenciana quieren recuperar el espíritu del antiguo SEA, un servicio de divulgación y asesoramiento que fue clave y modelo en la modernización del campo español gracias a la transferencia de conocimiento y a la cercanía con los agricultores, a los que convirtió en motores del cambio.

Pocos agricultores son capaces de escapar a la añoranza cuando oyen hablar del antiguo Servicio de Extensión Agraria (SEA). En la memoria colectiva de nuestro país aún permanece indeleble la huella que dejaron sus agentes, artífices de una verdadera revolución que sacó al mundo rural del siglo XIX. Desaparecido en 1991, su espíritu, sin embargo, sigue vivo hasta el punto que comunidades como Aragón y Comunidad Valenciana quieren rescatar un modelo de asesoramiento que llevó al campo la semilla de la modernidad gracias a la transferencia del conocimiento y al protagonismo del agricultor. Más información en la revista digital elEconomistaAgro

“La extensión agraria es imprescindible para el desarrollo de la agricultura del conocimiento, que es la que tiene la respuesta a los actuales retos en seguridad alimentaria, productividad, competitividad y medio ambiente”, sostiene Joaquín Olona, consejero de Desarrollo Rural y Sostenibilidad de Aragón.

Olona cree una “prioridad de primer orden” adoptar nuevos modelos de extensión agraria “descentralizados y sobre todo protagonizados por los agricultores, organizados por y para los agricultores, que coordinen de forma inteligente y eficaz la cooperación y la competencia, que estén realmente al servicio del agricultor -no de los intereses de quienes proveen los inputs-, pero en todo caso que cuente con el apoyo público, porque es muy difícil que el asesoramiento desde el ámbito privado sea fiable y viable cuando hace referencia a recursos como el agua, el genoma, las plagas, la contaminación difusa o el clima”.

Gerardo García Fernández, ex director general del SEA, considera que la función “técnico educativa” que realizaron los agentes de Extensión Agraria “sigue haciendo falta. Con la entrada de España en la UE, se abandonó un poco ese asesoramiento para centrarse más en las ayudas, en la tramitación de expedientes? El caso de España es curioso, porque teniendo un gran servicio de extensión agraria, como reconocieron la FAO y otros organismos internacionales, desapareció. Hoy en día, las principales potencias agrícolas, como Estados Unidos, Dinamarca, Alemania, Francia, Nueva Zelanda o Australia, con distintos modelos organizativos y de participación, tienen servicios muy potentes de extensión agraria”.

Víctor Jiménez Enciso, con una dilatada carrera en el SEA, asegura que “adaptado a los cambios que ha experimentado la sociedad”, el Servicio seguiría siendo válido. “Los agricultores siguen necesitando apoyo técnico. En muchas zonas de España sigue habiendo muy poco expíritu cooperativo y siguen vendiendo la cebada al precio que los hacían hace 30 años”.

¿Qué fue el SEA?

España, década de los 50. Cerca del 40 por ciento de los 28 millones de habitantes de nuestro país vivía en zonas rurales. La Guerra Civil había provocado un proceso de rerruralización y reagrarización con el éxodo de la población urbana a las zonas rurales en busca de una actividad de la que vivir, explican Cristóbal González Benito y Emilio Luque Pulgar en Imágenes de un mundo rural 1955-1980, editado por el entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

El atraso del campo era evidente. La contienda bélica había detenido la modernización iniciada en los años 20 del sector agrario español, en el que el minifundismo continuaba siendo la ancestral lacra. La tecnología era básicamente la misma que cien años atrás y el arado romano, apenas mejorado, era frecuente en los campos españoles. En los años 50 se asistió a un cambio de rumbo fundamental de la política agraria. Con la llegada de Rafael Cavestany al Ministerio de Agricultura (1951-1957) se abandona la economía de guerra y se produce una liberalización de la política agraria. El discurso en el que se exalta a la agricultura como una forma de vida se intenta sustituir por otro en el que se la ve como una actividad económica y a la explotación como una empresa. Fue entonces cuando se crearon el Servicio de Concentración Parcelaria y el Servicio de Extensión Agraria, los dos principales organismos para acabar con el atraso secular y el minifundismo, pandemias de la agricultura de entonces.

El extensionismo era el movimiento imperante por aquel entonces en muchos países y pretendía, a través de la extensión agraria -divulgación agraria- mejorar la organización y práctica de la agricultura y de las condiciones de vida de las poblaciones rurales.En 1955, y de manera experimental, se crea el SEA. “Era un servicio que trataba de llevar los conocimientos agrarios disponibles obtenidos en los centros de investigación o fuera del país a los agricultores, no para que supieran más, sino para que lo hicieran mejor. Ahí está el germen de esa revolución agraria que se produjo en esos años. Conseguir que los agricultores se comprometieran con su propia mejora yo creo que es la aportación fundamental que el SEA hizo al desarrollo de la agricultura y del medio rural”, asegura Gerardo García Fernández.

Una de las bases del éxito del SEA español fue su proximidad a los agricultores. “Tenían una metodología de formación, de enseñanza muy apropiada al medio rural. Era gratuito y los agentes de extensión agraria estaban siempre a disposición”, recuerda García Fernández.

Víctor Jiménez recuerda que “la gente recibía muy bien a los agentes porque en ningún caso pedían nada, sino que daban. Cuando empecé en Lerma nos planteamos aprovechar forrajes que no se estaban utilizando y se propuso a los ganaderos hacer un silo. Los agentes pusieron dinero de su bolsillo y compraron una picadora de forraje para hacer demostraciones. Íbamos allí y entre todos nosotros pisábamos el silo”.

Los agentes del servicio de extensión agraria, una vez formados en El Encin, una finca experimental del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, y en la Escuela de Capacitación de la Santa Espina, en Valladolid, se trasladaban largos periodos a las zonas rurales repartiéndose en función de criterios comarcales. El objetivo era que fuesen percibidos como un agricultor más con la finalidad de lograr que las familias tuviesen el propósito decidido de cambiar.

Las imágenes de entonces dan también buena fe de la cercanía de los agentes de Extensión Agraria, a los que se puede ver sentados como una agricultor más, formando un círculo para que todos pudiesen acceder a sus enseñanzas, que abarcaban todos los aspectos relacionados con la explotación: las técnicas productivas, la comercialización, la gestión, el asociacionismo, la financiación?

Otra de las características del SEA, y factor de su éxito, fue la falta de jerarquización. “Se elegía a los jefes no por su titulación sino por su capacidad para transmitir y dar apoyo a los agricultores”, explica Jiménez Enciso. Así, se podía ver a ingenieros agrónomos, ingenieros técnicos agrícolas y veterinarios bajo las órdenes de un capataz agrícola?.

Ya se hacía desarrollo rural

Junto a la mejora formativa y técnica en Agronomía, el Servicio de Extensión Agraria fue capital en la mejora del medio rural. “El SEA promovió que los agricultores abordasen muchos problemas que había en su comunidad, que no podían resolver. Estoy hablando de que se hicieron miles de traídas de aguas, de caminos, de teleclubes que organizaron. Era un movimiento de participación de la población rural en sus propios problemas, a veces con ayuda institucional y sin ella. Todo esto que ahora parece muy novedoso, porque viene desde Europa, ya se hacía en España entonces, y de hecho, sin tantos recursos como ahora, se produjo una revolución en el nivel de vida de las familias que vivían en esos pequeños pueblos”.

Víctor Jiménez destaca que era un servicio dedicado “a enseñar a la gente a hacer cosas. A los que tenían ovejas le enseñaban a hacer queso o al de frutales a hacer conservas para poderlo comercializarlo”.

Buscar al agricultor

¿Y es posible hoy un servicio de extensión agraria? Gerardo García Fernández asegura que “hoy en día, a través de las cooperativas y de las organizaciones profesionales, hay muchísimos técnicos muy competentes que ayudan a los agricultores, pero adolecen de esa metodología que utilizaba el SEA. No basta sólo con transmitir conocimientos, sino que hay que conseguir que el agricultor los aplique en su explotación. Esa metodología específica de extensión es lo que se ha perdido y si el Estado hiciera una capacitación de estos técnicos en ese sentido avanzaríamos mucho porque hay un auténtico ejército. También ocurre con los llamados grupos de acción local, con formación, entusiasmo, pero no basta con estar en una oficina esperando a que un agricultor venga a pedirte consejo, sino que hay que buscarle, hacerle descubrir su necesidad y tratar de ponerla en práctica”.

El SEA en Aragón y Valencia

Por de pronto, dos comunidades ya se han apuntado a rescatar el espíritu del SEA. En Aragón, sus 52 oficinas comarcales, además de proporcionar información y asesoramiento a los agricultores acerca de cuestiones administrativas, orientarán a los profesionales sobre producción agraria, tecnología agroalimentaria, evolución de los mercados o seguridad alimentaria.La Generalitat valenciana va a acercar también la tecnología al agricultor a través de la formación, con organización de cursos, asesoramiento y la puesta en marcha de estaciones experimentales. Ya está reorganizando las oficinas comarcales, a las que dotarán de más personal y crearán equipos especializados en la tramitación de expedientes administrativos para liberar a funcionarios que se ocupen de ayudar al agricultor. En marcha está además una orden para crear una red de fincas colaboradoras, una fórmula que, según explican desde el Gobierno regional valenciano, ya utilizaba el SEA.

Fuente: El Economista